jueves, 4 de diciembre de 2014

Derechos de la Ancianidad, (Novela Fragmento)

Derechos de la Ancianidad
El distanciamiento como pausa universal prolongada en un tiempo apenado de mi persona solo hace recordarme que será corrompido mi letargo ermitaño diariamente por esas presencias sin pies que acentuadas desde el último segundo de tu partida visitaban mi terruño para solo hablarme de ti.

Terruño que ha cambiado y crecido con el trajinar del tiempo tantas veces como mi propia barba, solo uno hará que mi paladar exquisito por sentirme resguardado en un marco lo más ideal posible se convierta en realidad.

Solo es una plaza ubicada a cuatro cuadras en dirección al centro la que se encontraría en condiciones de cumplimentar con ese patrón de delicadezas. Grandioso lugar de arboledas corpulentas con ambición de perpetrarse en las alturas y las eras, ubicadas estratégicamente como en una partida de ajedrez sobre sus parcelas de césped salvaje y florido.

Espacio natural y de oxigenación que nos atesoraríamos desde los albores de los años mil novecientos cincuenta y dos por mandamiento propio de los vecinos luego de infinidades de disputas judiciales por falta de pago entre el dueño y la intendencia de turno.

Libertad no solo ha sabido brindar juegos y entretenimiento a los más pequeños de las generaciones sino que también albergó décadas atrás a predios muy queridos y que han sellado fuertemente nuestras identidades.

Se percibe una energía distinta en su interior que llena de vitalidad y regocijo a quienes gusten transitarla, sensación que quedaría ancestralmente contagiada por vívidos momentos de plena gloria deportiva del club de mis amores, ya que aquí forjó sus bases el primer estadio de Los Andes nacido entre suelta de palomas, competencias de distintos tipos y un grito de gol de Villén.

Hoy me sito aquí para dirimir con mis entidades deslizantes, ingresando por una de sus amplias entradas de adoquinado parejo rodeado de lomadas de similar característica para que finalmente en su fascinante trazado poder desembocar en su cuadrante troncal.
Me siento en uno de sus bancos para darle el puntapié a la discusión, este sexteto cuestionador empecinado en doblegar la contienda hacia sus intereses arremete con el primero de sus jinetes:
          El Dolor: - ¿Quién es esa persona que esta con ella?, señor sepa responder.-
Yo: - No sé qué contestarte, nunca lo había visto antes.-
La Desconfianza: - ¿Soledad lo conocería desde antes de la cadenita?, ¿Estaría fingiendo todo este tiempo contigo? –
Yo: - No creo que haya sido de esa manera, siempre vi en sus ojos además de belleza mucha franqueza y un desenvolvimiento sin nerviosismo. -
El Autoestima: - Por favor señores, ¿Por qué nos creemos capaces de ser los únicos que tenemos el derecho y la autoridad de enjuiciarla por elegir a otro?-

A esta inquietud nadie le ha salido al cruce y se origina el primer silencio en esta asamblea. Solo la Razón nunca acotaría nada y lucía en posición analítica sentada en un banco lindante.

Ese instante de sosiego no prosperó y todo continuaría.

La tristeza: - Sé que estoy quejosa y llena de reproches últimamente, pero no estoy dispuesta a seguir afrontando más de estos cuestionamientos, tantas he enfrentado ya que tengo el miedo suficiente como para asegurarles que de no cesar esta persona dejara de existir. -
La Piedad: - Yo me acoplo a este pedido porque estoy lejos de disentir con la apreciación que arroja la Tristeza, por favor muchachos es hora de callar.-

Las horas pasaron y los rayos del sol hacen bailar a las sombras de mi banco, solo quedara despedirme por hoy de la plaza ofreciéndole un respetuoso mirar a su mástil despojado de bandera. Inclino mis pasos hacia la calle Laprida y como por un pasillo real para este príncipe solitario esbozo un adiós.

Adiós Libertad 



martes, 24 de junio de 2014

El Desayuno



EL DESAYUNO

-          Esa acción puede ser peligrosa para las gaviotas cuando bajan a comer.

-          ¡Eh! ¿Qué dices?

-         Nada, nada. Solo es que venía mirándote, no es muy habitual ver a una mujer tan bonita sola tirándole piedras al mar.

-          Ah, pero qué cosas dices.


Y en la agotada tarde el sol se turna por primera vez con la vergüenza para sonrojar las mejillas de Elizabeth.


-         Discúlpame, agradezco las palabras que tienes para conmigo pero no te conozco.

-        Pierde cuidado que soy inofensivo, vendo bijouterie que elaboro con mis propias manos y no es la primera vez que paso por aquí caminando, lo digo con fundamento.

-          Bueno, gracias.

-          Déjame obsequiarte algo.


¡Uy!, Dios mío este rubio atrevido se está acercando casi tan rápido como mis nervios.


Con mucha soltura y firmeza se acerca primero con miradas profundas y un pausado pestañear. Cuando soltó la primera sonrisa Elizabeth ya había bajado la guardia.
Abrochándole en la nuca un collar de pequeños caracoles, no pierde la oportunidad de acariciar delicadamente su cuello.


-          Bueno, ¡basta, basta! ya es suficiente por hoy.

-          ¿Suficiente por hoy?, ¿Quieres decir que tienes pensado volver a verme?


Tantos nervios en Elizabeth funcionaron como presentimientos en su hermana que se presentó al rescate para salvar la situación.

-          Eli, Eli. ¡Vamos que ya es tarde! - dice Carolina señalando el reloj

Y la jornada agobiada se termina con el zamarreo entre hermanas.


La noche no pasa ni silenciosa ni estrellada. Para Elizabeth todo fue nebulosas de un día repleto de anomalías. Sentimientos encontrados, pensamientos de un pasado saltarín que rebotaban como las piedras que tiraba al mar no la dejaron dormir…

Llegó la hora del desayuno para las tres hermanas, entre humeantes fragancias y reconocidos sabores se presenta tal vez la única cita donde asisten con unanimidad.

-          Elizabeth, ¿por qué ayer no bailaste y desperdiciaste el día de sol?, estabas tirándole piedras al agua como si tuviera la culpa. ¿No ves que ha pasado un año? Seguro te ha olvidado y por más que abolles las olas él no va a volver.

-          Tú no tienes por qué meterte, Cecilia, déjame vivir la playa a mi estilo.

-          ¡Ahjajaja!, ahora a la amargura la llaman estilo.

Y el cotidiano bullicio del desayuno se corta con un portazo aún más escandaloso.
Elizabeth gana metros por la vereda camino al gran sosiego azul que la espera con su calma matutina.

¿Porque siempre me terminan fastidiando y no me dejan nunca desayunar en paz? Saben perfectamente que odio los ruidos de las tazas, platos y todo lo que se mueva. Odio que me hablen, inclusive hasta la música a la mañana. Pero a ellas nunca les alcanza.
Algún día lograré imponer mi desayuno ideal.


Otra vez frente al mar logra conectarse con la tranquilidad mojándose los pies.

-          ¡Pero qué hermoso día me espera hoy si comienza así!

-          ¡Ay! Me asustaste, disculpa, estaba distraída y no te vi venir.

-          Sí, ya veo, pero también veo otras cosas.

-          ¿Cómo otras cosas?

-          Veo que no te ha gustado mucho mi collar ya que no lo traes puesto.

-          No, no, nada de eso. Me encantó y está guardado en mi alhajero. Lo que sucede es que los collares me dan mucha comezón, pero no te preocupes que lo cuidaré.

-          Así que los collares te dan comezón, qué mal de mi parte no reparar en esos detalles.

-          No te culpes tú por mis pormenores.

-          Oye, ¿qué te parece si me acompañas a mi casa donde tengo un gran mostrador con todos los trabajos que hago? Ahí puedes elegir algo de tu agrado.

-          Es que no sé, apenas te conozco, no sé.


Aprovechando la duda otra vez, se acerca nuevamente con mucha soltura y firmeza. Como herramienta suelta la primera sonrisa y con una cuasi caricia le saca las sandalias de la mano y comienzan a caminar.

Llega la hora del desayuno para las hermanas, la cita entre humeantes fragancias y reconocidos sabores se presenta esta vez sin unanimidad.

No es un cotidiano bullicio, no hay ruido a tazas y platos, ni de nada de lo que se mueve, inclusive la música se encuentra afónica hoy.

Cecilia ya no quiere fastidiar y se encuentra aturdiendo con su silencio aferrada al diario y a su incredulidad. Carolina sin entenderla le saca el diario y lee un titular.

“ASESINO SUELTO EN LA CIUDAD. ENCUENTRAN CUERPO MUTILADO EN PLAYAS DEL SUR”

Sabían perfectamente que odiaba los ruidos de las tazas, de los platos y todo lo que se moviera, que le hablaran, inclusive hasta la música a la mañana.
Pero desde ese día logró imponer su desayuno ideal.





lunes, 26 de mayo de 2014

La Chica del Tren

La Chica del Tren

Cuando el sol no azote más,
Y se oculte en las cornisas.
Cuando el tiempo pise la voluntad,
De los que viven de prisa.

Cuando este mar desprolijo
De almas tenues y grises,
Me dé una oportunidad
De curar mí cicatrices.

Dejare atrás mil refugios
Que han dañado utopías,
Desmantelando mis sueños
Entristeciendo mi vida.

Sorteare estas turbias aguas
Con sensaciones vencidas,
Con un hilo de fuerzas
Como todos los días.

Pero si creo en milagros
Y en la justicia divina,
Que se manifiesta ante mí
Con una luz definida.

Me acerque con el delirio
De alegrías contenidas,
Buscando encender el fuego
De las calderas dormidas.

Estabas en el final
Donde se angosta la vía
Donde muere el reloj
Y nace la expectativa.

Ya no podré borrar nunca
Las ocasionales citas
Entre el andén de tus ojos
Y mis emociones marchitas.