sábado, 8 de marzo de 2014

Esquina Gallardón, Novela (Fragmento)


Esquina Gallardón

(Una Historia de Amor en el Eduardo Gallardón)


Santa Fe y Boedo hoy convocan al hincha, es una tarde futbolera en donde el equipo local pretende validar su condición de candidato frente a su par vecinal.
Por supuesto soy un eterno aficionado del fútbol y dicha intersección sabe generar en mí los más profundos fanatismos.
El barrio que muchas veces le dio la espalda al club Los Andes esta vez se ve estremecido y en muestra de su generosidad prosigue a llenar sus gradas.
El colorido reinante en toda la avenida hace que está se clausure dando paso a un desfile de espíritus alegres, todo es un mar rojo y blanco, papelitos, serpentinas y pirotecnia florecen dispar y al azar.
Ningún hincha es igual al otro y cada cual podrá alentar a su manera eligiendo el lugar del estadio que más le plazca. Porque el majestuoso Gallardón suele ofrecer a su tranquila Pórtela, quejosa, rigurosa muchas veces y su apasionada y gritona Boedo.
Sin dudarlo habitualmente elegía la segunda opción, encontrándome siempre en tribuna alta donde tenía un panorama inmejorable no solo del campo de juego sino también de la calle la cual aún se encontraba atestada de gente; esto será una fiesta.
Miles de cabezas debajo mío mirando al arco que da a la calle Estrada hacia donde atacará nuestro equipo, toda la atención y esperanza estaban puestas allí.
Entonces tenía la libertad absoluta para poder ver detenidamente y disfrutar de todo el contorno que ofrece este evento, mirando así rostros y expresiones de las personas que atontadas de momento sufren una contra del equipo competidor.
Observando a cada uno y sin cruzar mirada alguna percibo a lo lejos y a mi derecha a la persona que me saca del mundo, que detiene el tiempo y llena de silencio todo el estadio para mí; era increíble, sorprendente ver a Soledad ahí.
Me faltaba el aliento, la pelota nunca terminaba de caer y en ese momento finalizo el partido para mí.
No pude nunca sortear su humanidad durante todo el encuentro hasta que llega el descanso, ahora todos buscan un lugar donde poder sentarse, yo me encuentro imposibilitado de moverme y menos de desplazarme hacia ella.
Lo disgustado que estuve en ese momento por este motivo, cuanto odie que el club tenga tantos adeptos que no me dejaban pasar; me fue imposible acercarme hasta Soledad.
Pasado quince minutos finalmente otra vez todos de pie, faltaba menos para poder salir de ahí y que se disperse la multitud.
Ya de tanto mirarla me parecía invadirla pero aun así mis ojos insistían y no iban a ceder; esa belleza se veía atrapada por el cotejo, sufriendo, disfrutando como todos nosotros, que maravilloso sentir que había más cosas que compartíamos sin saber, cuanto más me enamore de ella ese día.
Indescriptible fue el festejo interior al recibir su saludo desde lo lejos con esa sonrisa radiante; ese minuto treinta y dos mato todas mis dudas.
Al finalizar el partido me encontraba nuevamente en la calle y ahora sí estaba cerca; precisamente un par de personas detrás de ella admirando su hipnótica arquitectura, nunca me había referido a su contundente cuerpo, y sepan que éste es fortaleza por donde se lo pueda apreciar, todo es estilo.
Todo es arte, desde sus piernas talladas por artesanos hasta su cabello que al viento me recordaban a los mejores trazos que pude estudiar en mis libros de pintura contemporánea; todo esto y más diseminados en su ideal estatura.
La altura justa para poder abrazarla y sentir el reposo de sus mejillas en mis hombros, cada vez que volvía le encontraba algo nuevo.
Solo le costó una cuadra para que como percibiendo mis miradas se diera vuelta a saludar; ya a la par solo lo que hago es hablar del partido como si me hubiese interesado.
Me encantaba estar con ella y se me notaba demasiado, era serio, hablador, nervioso, todo lo contrario a mí en realidad.
Nunca pude mostrar mi personalidad con Soledad porque me inhibía y me perdía en su persona. Por lo menos me contesto en varias ocasiones recreando de esa forma una charla repleta de cordialidades.
Concluimos el camino incipiente de ocho cuadras y con el presagio de alguien que no nació para ganar lo que más desea, simplemente me remití a despedirme con titubeos como era habitual en mí.
A la vuelta nunca volvía solo, siempre me acompañarían mil voces, resquemores, dudas y caprichos como enjaulados en mi cabeza, que ahora los sentía más nítidos y en primer plano; ganaban territorio, copaban mi razón y como en convención todos reunidos se encuentran pretendiendo ganarle la pulseada a mi deseo;
¿Que se plantearían?, ¿Con qué objeto?.

Espiaba como por rendija lo que sucedía y a la expectativa de los acontecimientos, solo pude rezar y esperar que se decidiera lo mejor para Soledad por sobre todas las cosas, incluso por sobre mí.
Se inicia la controversia de la mano del rencor que se justifica a viva voz y con los gritos:
-¿Por qué, no complació a todas mis atenciones?-
-¿No sabe que nadie la querrá igual?-
-¿Qué espera de la vida?-
-¿Cómo desprecia a un ser así?-

Le sale al cruce la humildad y le hace entender que no era el único que podía ser así con ella:
-¿Por qué pretendemos ser únicos o no tener igual en estos asuntos?-
-¿Acaso no puede haber miles de personas similares en la cual ella poder optar?-

Y así prosiguieron la sensatez, la avaricia, la egolatría, la autoestima.

Aturdido de ellos al llegar solo quise dormir y que el mañana me traiga la novedad de un veredicto.
Amanecí calmo, sereno casi con un silencio estremecedor digno de un mañana post batalla, nadie estaba allí para murmurarme siquiera.
Entonces desarrollaría mi día libremente, tenía suficiente tranquilidad como para aprender todo lo que mi rutina escolar me ofrecía.
A la tarde todo transcurrió normalmente haciéndole caso omiso a mis brotes de ansiedad por saber la resolución de mis tormentos; la cual la conoceré en unos días más...     



Estadio Eduardo Gallardón - Club Atlético Los Andes




             

martes, 4 de marzo de 2014

Guerrillero, Poesía.

Guerrillero

Sufriste tantas veces
Ya sos inmune al dolor,
Buscaste refugio en antros
Perdiendote en alcohol.

Tus heridas no han sanado
Cosa imposible de entender,
Con el tiempo que ha pasado
No tiene razón de ser…

Con su piel de cordero
No lo vas a olvidar
Son sus puños un trofeo
El Héroe de Libertad.

Mil martillazos certeros
No le van a cambiar
El orgullo pintado a fuego,
El Héroe de Libertad.

Te levantaste tantas veces
De espalda a una consagración,
Te curtiste esquivando los sueños
Y hoy lo demuestra tu rencor.

Tantos años han mutado
Tu arte de esconder
A sabiendas del pasado,
No se encuentran en tu ser…

Con su piel de cordero
No lo vas a olvidar
Son sus puños un trofeo
El Héroe de Libertad.

Mil martillazos certeros
No le van a cambiar
El orgullo pintado a fuego,
El Héroe de Libertad.



lunes, 3 de marzo de 2014

El Ángel Gris, Poesía.

Un Ángel Gris

Llueve en este jueves copioso,
La luna creciente de testigo
Hace mi atajo luminoso.
Charco tras charco
Me inundo en reflexivo
Y te pienso.

Sé que no han sido fáciles
Tus últimos tiempos,
Sufriste demasiado en su transcurrir.
Grandes disgustos, lamentables partidas,
Todo fue tanto y pronto,
Que no podes salir de gris.

Ahora el pueblo esta mojado,
La gente se oculta como si goteara un contagio.
Sigo en medio de tu calle,
Tildado y señalado como loco.
Aquí nadie sabe disfrutar la lluvia,
Nadie como yo.

Sigo culpable de mis actos,
De mis omisiones cuando te veía.
Me abrumaba el miedo,
Tu negativa y desprecio.
Todo me llevo a alejarme,
Todo me llevo a elevarme.

Soy el idiota de siempre
Que desde lejos te recuerda,
Y que por dentro te idealiza.
Mientras reparo una herida
Ocultando mis alas,
Olvidando mi vida.

Gotas que duelen
Ahora en este viernes.
No tengo donde volver,
No tengo rumbo al volar.
Quedaré entre la reja y tu puerta
Como gárgola invisible.

Sueño que saldrás,
Para abrazarme y romper
Mí penitencia voraz.
Pero las horas se acaban en esta etérea estadía.
Privándome del placer,
Privándome de amar.






sábado, 1 de marzo de 2014

Sunrise in Greendale, Novela (Fragmento)

Sunrise in Greendale.


La resolana de los primeros minutos de otro amanecer comienzan a degradar el mítico adoquinar de la calle Belmont en las afueras de Greendale, el cantico de los pájaros convulsionan las tupidas copas de los árboles en las aceras, es un nuevo despertar otro más diáfano aun que el del día de ayer.

El sol comienza a trascender las cortinas y prontamente se transforma en calor en el entrecejo de Eliot Lincoln un destacado estudiante de medicina y residente del hospital público del centro, de esta manera y como muchas veces ha ocurrido nuevamente le gano al estridente despertador.

Sin dudas ese momento del día que a muchos los malhumora y vuelve escuetos él lo disfrutaba y atesoraba, tal vez porque era uno de los pocos que podía pasar junto a su hija Emma de 8 años y Rachel su esposa, luego todo sería rutina y doctrina.

Memorioso como pocos y con ribetes a devoción cuando se trata de su hija le prepara el desayuno preferido recordando cada producto y gusto en su combinación justa, define un arcoíris en la bandeja y camina a buscarla a su cuarto, pero a mitad de camino le gana a sus pasos Emma que sin avisar y con fuerza incontenible salta a su encuentro dándole comienzo a un sentido abrazo.

Sentados de nuevo en el desayunador es imparable el azote del reloj y la velocidad de la mañana comienza a acelerarse, se precipitan las chances de terminar como desean ese momento y comienzan previo abrigo a despedirse y emprender el camino a sus obligaciones.

Por la avenida las alamedas Elliot conduce su sedan gris y como manda la costumbre siempre la radio encendida transmitiendo las mismas noticias que hace unos meses tenían el mismo tinte y desaliento sobre la situación económica y social que le tocaba atravesar al condado, si bien los acontecimientos que se habían suscitado con anterioridad no se veían masivamente reflejado en las calles, en esta oportunidad realmente si acaparaban la atención.

A pocos metros de llegar a la entrada del hospital aminora la velocidad para ver más detalladamente; las cercanías a la entrada principal estaban atestadas de uniformados de la policía y el ejército haciendo muy difícil llegar a los aparcamientos del edificio, no quedaba otro remedio que estacionarse alejado y llegar a pie para reportarse a Jeff su superior quien le asignaría las tareas.

Increíblemente su desparpajo iría creciendo con cada paso surcado por el hall; todo era desorden y locura, camillas con pacientes y familiares visiblemente inestables, gritos y pedidos a médicos que corren hacia quien sabe dónde, suplicas, rezos y alguna extremaunción a escondidas, todo absolutamente todo se traducía en congoja y desconsuelo en él. 

Comienza una carrera hacia la oficina de su superior en jefe, al llegar se encontraría con gran parte de sus compañeros que estaban visiblemente desconsolados y ofuscados, nadie sabía dónde estaba Jeff. Elliot no quería contagiarse de ese desconcierte y empieza a buscarlo por los pasillos internos y áreas de acceso restringido, pasan los minutos y su paradero era incierto, el marco no era solidario para con él y su búsqueda cada vez más se llenaba de ruido en su cabeza.

Intenta volver a retomar el control de sus movimientos y estabilizarse para poder tener un pensamiento más claro de la situación, se acerca a la ventana más cercana buscando que le brinde esa vista panorámica del ala este que siempre lo apaciguaba y relajaba, desde allí nota que los uniformados que se habían parapetado en las orillas ahora estaban ingresando al hospital con gestos poco gentiles para con la gente, esto hace retomar la búsqueda aún más precipitado, luego de abrir puertas y encontrar solo hastío llegar a las esquinas lo haría comprender que en ese piso no lo encontraría.

La escalera lo depositaba un nivel más alto al anterior, aquí no queda ningún moblaje en pie y como estratégicamente estaban colocados, solo esquivándolos puede ambicionar ganar metros en ese pasillo para lograr llegar a la oficina de la máxima autoridad del hospital. 

Finalmente frente a la puerta de esa notoria sala respira hondo tratando como incontables veces reducir la tensión para poder manifestarse educadamente, golpea repetidamente hasta el hartazgo pero la respuesta era estéril.

Ya despojado de todo tipo de reparo comienza a golpear la puerta que vilmente estaba trabada desde adentro, cada uno de estos choques se llevaba una considerable cuota de sus fuerzas pero en una de las ultimas logra abrir ese forzado hermetismo, lo primero que vislumbra al ingresar es una silla por debajo del picaporte y si bien le llamo mucho la atención no se detuvo, recorre la inmensa sala gritando los nombres de Jeff y Vincent.

Al llegar al escritorio revestido de elegante cuero negro se extrémese finalmente al encontrar los cuerpos de estos dos, ahogados en sangre y primitivamente envueltos con la alfombra. El llanto rebrota desgarrador, la pesadumbre lo hace arrodillarse buscando explicación, ya no sabía si se trataba de un mal sueño o si era la peor de las realidades la que notoriamente no estaba preparado para afrontar.

Ese pequeño silencio que había ganado fue segado brutalmente por una sirena que se remitía desde afuera, sin dudas para Elliot anunciaba algo y en una reacción o acto de reflejo se ubica debajo de ese robusto escritorio que tendría posiblemente por única vez su mejor utilidad. Su mirada se pierde en lo que queda del escudo diseñado en la alfombra, luego todo se oscurece.