jueves, 3 de octubre de 2013

Vestido Angelical, Novela (Fragmento)

Vestido Angelical

Llegan esos días de nervios a la vida de Soledad semanas enteras de preparativos para finalmente dar un paso significativo; todas las chicas esperan ávidamente y sueñan recurrentemente en su fiesta de quince años y ella no era la excepción a la regla. Naturalmente nosotros notábamos su ausencia y extrañamente nos preguntábamos vaticinando varias posibilidades del porqué, se repetían quejosos los reproches de los muchachos por tantos minutos de arreglos y coquetería como ocurría cada tarde previamente a la llegada de ella mezclándose entre los cotilleros movimientos labiales de las mujeres.
Todo se mantuvo de esa manera por unos días más hasta casi disiparse la intriga y el anhelado momento de la respuesta se hizo presente por debajo de mi puerta en un fino y colorido sobre con estilo inglés, lo abrí sin saber que podría contarme y me detuve a leer lo que tenía para decirme. Desde luego y como imaginaran se trataba de la invitación a su cumpleaños, al pie de tres delicados renglones de datos se encontraba el más importante: el lugar de encuentro, dirección y horario de ese evento.
Que hermoso me sentí al saber qué en ese tan preciado momento para Soledad estaré presente, en fin desde ese instante también en mi empezó el cosquilleo por estar lo mejor posible para esa noche. Con la colaboración incansable de mi madre empezamos a darle forma al aspecto delineando la apariencia para que todo derive en una presencia razonablemente satisfactoria en concordancia con el momento.
Me encontraba por primera vez sumergido en un saco de vestir y confieso que me sentí un poco ridículo discutiendo con el acolchonar de las hombreras y el recuento impar de los botones, pero nada hacía mella en la alegría que tenía, en la ansiedad, en el apure que manifestaba queriendo contagiar al reloj de mi muñeca para que todo se sucediera ya.
Pocas veces recuerdo haber sentido esa sensación tan intensamente como esa tarde noche, era nerviosismo como cuando uno se está por manifestar ante un público desconocido, tenía un sabor bipartito con el endulzar de las ganas de llegar al lugar de encuentro. Desde una cuadra antes su luminosidad cortaba quirúrgicamente la penumbra incipiente, solo resta acercarme a la puerta que detrás de unas columnas adornadas nos ofrecía el ingreso a un mundo distinto en ese Gorriti al novecientos, un mundo casi tan mágico como el que me brindaba Soledad diariamente en sus visitas.
Imborrable es ese pasillo blanco donde tras su costado izquierdo ofrecía un jardín con hermoso verde iluminado, con una cascada artificial que emanaba sonidos relajantes cuando el agua hacia contacto en sus piedras, más adelante un elegante quincho nos captura con unas esculturales siluetas de hielo en una clara alusión o aviso de que nos esperaría una noche emotivamente caliente, en el interior del salón se disponen las mesas redondas en ordenada distribución y galanura, sobre un margen del mismo se emplaza una cuadriforme que ofrecerá a todos las exquisiteces.
En mi inquisidora mirada del lugar destaco también en el centro del techo varios artefactos y luces de colores que destinarían su voluntad a dar el marco adecuado a los momentos de diversión y soltura corporal, no faltaba nada, todo era fantásticamente ideal bien acorde con la agasajada. Por fin tiene el mismo nivel el entorno con la protagonista.
Solo queda esperar a que se haga la hora indicada para su llegada y parece ser que el momento se está asomando, la música de fondo se interrumpe raudamente, las luces comienzan a atenuarse y virar a otro tono más suave, se abre lentamente el portón elegante de la entrada, los cristales del mismo no dejan vislumbrar nada y no puedo adivinar, solo me disuadí a esperar en esos pequeños minutos y me perdí entre la gente, el comienzo de los aplausos animados me indican que está ingresando, haciendo uso de mi altura puedo sortear varias cabezas y peinados extravagantes de los invitados para poder hacer mis primeros enfoques en Soledad; fue un segundo, un minuto, tal vez una vida entera no lo sé, pero en ese soplo quede sordo, inútil para todos los demás, levemente boquiabierto empecé a sentir sed, un molesto ardor por falta de parpadeos se presenta en mis ojos, estos se niegan a cambiar de traza pero no me quedo otra que obligarlos, ahora mirando al suelo descubro a mi vaso que si bien no se ha roto perdió su contenido.
Cuando volví a ella la pude ver por completo saludando con indisimulable emoción y esa gran sonrisa que ya me conocía, que hermosura señor mío, que bien te han salido algunas cosas, gracias.
Su vestido novedoso y esbelto le acaricia su deseada piel hasta que se termina, es de un color no clasificado para una persona limitada y esquemática como yo, pero era deslumbrante y se halla volcándose a los tonos azules o purpuras. En realidad poco me importo eso, estaba atontado por su rostro angelical y lleno de luz, se veía infinitamente feliz y me contagiaba a mí, provocándome solo agradecimiento. Me resistí a acercarme, saludarla y pecar de tonto en el caso de que ella se diera cuenta de mi cara de embobado, me mantuve expectante y a la distancia disfrute de todo. Ya estaba la princesa entre nosotros era el momento de recomenzar la fiesta.
Momento de volver cada uno a su lugar asignado en las mesas, en mi caso la mayoría de las personas que me acompañaban eran desconocidos, salvo uno que como yo fue el segundo invitado de mi grupo de amigos, ya no había preámbulos ni protocolos para respetar y nada más queda dejarse llevar por la ceremonia, Soledad iba visitando cada mesa seguida de fotógrafos para ir retratándose en cada una, hasta que llego a la nuestra paso un tiempo en el cual pude intercambiar algunas palabras y beber tranquilamente para sacarme aquella sed.
Ya con ella en la mesa para fotografiarse me veo en la heredada acción de pararme y besarla como todos lo hacían, si bien era deseado para romper mi timidez me costaría asimilar con soltura ese cometido, solamente me incline hacia su mejilla y cambie timidez por beso, alcance a escucharle entre otras voces decirme lo tan contenta que estaba por verme ahí y compartir ese momento con ella y ese fue el mejor broche para cerrar las horas que desde la llegada del sobre hasta aquí me habían provocado.
Ahora solo queda divertirme y terminar de disfrutar de esa encantadora fiesta que a unos pocos minutos nomas de terminar las fotos empezó a ofrendar los primeros manjares desde esa mesa cuadriforme, todos comenzaron a acercarse formando una espontánea línea de espera.
Mientras ansiamos nuestro turno se perciben los primeros chistes encadenados haciendo referencia a algunas posibilidades de erráticas maniobras o caídas de algunas presas de alimento, eso me ayudo para poder acotar e incrementar las charlas con ciertos vecinos a mi posición.
Mediada la noche comienzan a desfilar entre los cuerpos serpentinamente ases de luces de colores intermitentes y la música con creciente volumen nos llama a bailar, muchos saltan jovialmente hacia el medio del salón, otros a regañadientes y después de varias suplicas de sus acompañantes logran iniciar levemente ciertos movimientos.
Yo en cambio decidí quedarme junto a algunos tímidos que sin acompañantes comenzaron a hablarme por primera vez en la velada, pretendiendo ser completamente aludidos por las miradas que urgentemente sentencian quien parece ser un aburrido.
Poco me importo a mí esas calificaciones y quede reposado para seguir vislumbrándome de la imperturbable alegría en el rostro de Soledad, ahora la veo bailar sin desparpajo deleitándome con su sensualidad.
Ese rostro angelical me sostenía en constante hechizo; siempre contemple sus facciones devotamente y me animo a argumentar con plena certeza lo siguiente: más allá que a la gran mayoría de las mujeres les encanta maquillarse y para muchas es completamente necesario hacerlo y aprender, en Soledad era radicalmente innecesario. Cuanta belleza al natural me ha regalado, esas cualidades estarán siempre a nivel competitivo contra quien ose retar.
La fresca madrugada va decretando el final, todos se ven más que satisfechos con el resultado de la celebración; algunos buscan por doquier sus abrigos, otros simplemente ya se encuentran fuera, yo en cambio quise esperar por ese beso de despedida que oficio de combustible para caminar contentamente hacia mi casa.




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